Aunque no está del todo claro, se cree que el origen de la producción de aceite de oliva se originó en la zona este del mar mediterráneo, entre Siria y Grecia. De hecho los primeros documentos que dan testimonio de la existencia del preciado líquido son unas tablillas minoicas, descubiertas en la isla de Creta y que datan del año 2.500 a.C.. Esta civilización ya cultivaba el olivo y comercializaba con sus aceites.
Todo apunta a que fueron los griegos los que comenzaron a utilizar el aceite de oliva como remedio medicinal y para el cuidado del cuerpo gracias a la ciencia de Hipócrates (siglo V a. C.), considerado por algunos como el padre de la medicina occidental. Este médico de la Antigua Grecia escribió que el aceite estaba indicado para la curación de ciertas heridas, así como analgésico de ciertas enfermedades dolorosas.
En el siglo I d.C. Dioscórides, médico, farmacólogo y botánico, ya recomendaba el aceite de oliva virgen extra de cosecha temprana para aliviar la tensión muscular. Su obra ‘De Materia Medica’ que incluye 600 plantas medicinales alcanzó una amplia difusión y se convirtió en el principal manual de farmacopea durante toda la Edad Media y el Renacimiento. Dioscórides ejerció tambien como cirujano militar en el ejército romano. Su vocación por la salud le llevó a viajar en busca de sustancias medicinales por todo el mundo conocido.
Fue el médico turco Claudio Galeno (129-199 d.C.), médico en la escuela de gladiadores de Pérgamo, el que elaboró la primera crema hidratante de la historia, al mezclar aceite de oliva con agua y cera de abejas.
«Come aceite de oliva y úntalo porque sana hasta setenta enfermedades». Así aparece escrito en un libro antiguo, que además lo recomienda para la lepra y las hemorroides y como bálsamo para los problemas de la piel.
En la últimas décadas el aceite de oliva virgen se ha revelado como un alimento altamente saludable con numerosos efectos positivos. Esto se debe fundamentalmente al alto contenido en ácidos grasos monoinsaturados (ácido oleico) y a sus otros componentes minoritarios (vitamina E y compuestos fenólicos).
Los compuestos fenólicos del aceite de oliva son principalmente oleuropeína, tirosol, hidroxitirosol y flavonoides. Estos son los principales responsables del sabor amargo del aceite de oliva y los que poseen propiedades antioxidantes, antiinflamatorias e inmunomoduladoras.
En el aceite de oliva, el contenido de compuestos fenólicos varía de 50 a 1000 mg/kg. Esto está estrechamente relacionado con la variedad, el grado de maduración de la aceituna, el procesamiento y el almacenado. Algunos aceites de oliva virgen extra de la categoría ‘Premium’ pueden llegar a sobrepasar los 2000 mg/kg. Una cuidadosa fase de procesamiento es fundamental para conservar estos apreciados compuestos, ya que al ser hidrosolubles pueden perderse con facilidad.
Tenemos que ser conscientes de que el aceite de oliva de mayor calidad nutritiva pertenece a la categoría ‘Virgen Extra’. La denominación comercial ‘Aceite de Oliva’ a secas es una mezcla de aceites vírgenes y refinados cuyas características nutricionales están claramente disminuidas.